Monday, September 10, 2007

Capacidad de Abstracción

Hay personas que tienen una capacidad superlativa de meterse en lo que están haciendo, consiguiendo alcanzar tal nivel de concentración que logran abstraerse totalmente del entorno que le rodea, olvidando el lugar en el que se encuentran, e incluso para lo que están en dicho sitio. Esta cualidad es muy valorada por las empresas, tanto o más que la de trabajo en equipo. Por eso precisamente, todo currela alguna que otra vez ha dicho en una entrevista de trabajo que una de sus principales cualidades es el trabajo en equipo.

Aquí en la Gerencia hemos tenido demostraciones de tales cualidades, en mayor o menor medida, en diversas ocasiones y realizadas por distintos habitantes de este pequeño ecosistema. Una de las demostraciones más considerables, por no decir la mejor de todas, la llevó a cabo nuestro amigo César una tarde en la Sala Pollito. ¡Qué capacidad de concentración, Señores! ¡Qué maestría en el manejo de las armas! ¿Qué armas?, os preguntaréis, pues las del "Heretic".

Después de más de una semana de arduo trabajo en equipo entre el Caña y el César (ruego me permitáis esta construcción léxica incorrecta), consiguieron llegar a la última pantalla del "Heretic". Al fin conseguían alcanzar tan ansiado objetivo. Ya sólo quedaba un malo-malísimo por derrotar para dar por terminado el trabajo que con tanta ilusión comenzaron días antes, y al cual sólo podían dedicar media jornada, sólo las tardes, ya que por las mañanas sus respectivos jefes les tenían atosigados con otra serie de menudencias laborales superficiales si se comparan con el objetivo que se habían propuesto días atrás: terminar el "Heretic".

¡Habían conseguido llegar a la última pantalla! Su objetivo estaba más cerca que nunca. Estaban a un paso de conseguirlo, pero tarde tras tarde se volvían a casa habiendo fracasado en su empeño de matar al malo-malísimo. Ese último escollo, pero el más duro con diferencia. La acumulación de fracasos no hacía más que motivarlos, con lo que al día siguiente venían con más ganas de enfrentarse al reto para intentar conseguir cumplir con la tarea que tenían programada en el diagrama de Gant como "Matar al último bicho del Heretic" y que se habían impreso en papel, llevado a sus propias casas y pegado en el frontal de su armario para no olvidar su único objetivo y de que iban mal de tiempo. Había que esforzarse a tope.

La última tarde de la planificación, se encontraba la Sala Pollito llena, incluidos los compañeros de Satec, entre los que destacaba sin lugar a dudas por méritos propios, el "Gafas-que-me-estafas". Pues esa tarde, como todas las anteriores, pero con el estrés añadido de ser la última planificada, se pusieron manos a la obra Caña y César. Esta vez percibieron en el ambiente un olor especial, un olor que les invitaba a no tener ningún tipo de consideración con el malo-malísimo. Recuperaron la partida guardada, y en seguida se metieron en el papel. Vivían en carne propia cada tiro que conseguían asestarle al bicho. Después de cientos de pulsaciones de teclado realizadas por César, para lanzar disparos que eran dirigidos por Caña para que impactasen en el malo-malísimo, !Se le vió flaquear!

- "¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!", gritaba César con cada pulsación.

- "¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!, ¡Hijo de puta!", el bicho comenzaba a mostrar señales de estar tocado de muerte.

- "¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!...". Ya no le daba tiempo ni a decir la expresión completa. César estaba completamente cegado por la ira. Sus pulsaciones cardíacas aumentaban acordes con las que realizaba en el teclado. El fin del malo-malísimo estaba cerca.

- "¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!". ¡El bicho dobló las rodillas! ¡¡¡¡¡Estaba muerto!!!! ¡¡¡¡Lo habían conseguido!!!!

- "¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!, ¡Joputa!". La idea de conseguir matarlo produjo en César una sensación que le llevó a cebarse con el cadáver, lanzándole cientos de disparos cuando ya estaba tumbado en el suelo.

Tras ese breve instante en el que a uno le asalta esa sensación de orgullo personal por terminar un trabajo a tiempo y bien, César consiguió levantar la cabeza del monitor, darse cuenta de donde se encontraba y percibir que todos, absolutamente todos los de la Sala Pollito estaban mirándole con una cara de asombro tal que parecían el personaje de la película La Máscara. La cara del "Gafas-que-me-estafas" era indescriptible, no cabía en sí de asombro.

Justo en ese momento, César comenzó a sentir que la cara le iba a estallar porque toda la sangre se le estaba acumulando en ella por la ruborización que le asaltó, empezando a menguar, menguar y menguar, y a sentirse cada vez más pequeño e insignificante, pidiendole a la tierra que hiciera el favor de tragarselo.

Caraskina

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